Por Juan Puchades.
Si eres de los que, como yo, disfrutó con los dos volúmenes que a mediados de los años 90 Andrés Calamaro publicó bajo el nombre de Grabaciones encontradas, Nada se pierdees tu disco. Sí, porque aquellos añorados CDs que no tuvieron continuación –El salmónfue otra cosa: cubría un mismo periodo compositor-grabador– tenían la gracia, y la magia, de presentarnos a Calamaro en sus diferentes facetas: la del explorador musical, la del compositor, la del investigador un poco enloquecido, la del intérprete de temas ajenos... Eran, tal vez, discos no muy recomendables para oyentes poco predispuestos a dejarse sorprender.
Así que si eres es de estos últimos, lo mejor es que no te molestes en descargarteNada se pierde, un disco que recoge ese espíritu maravillosamente libre y que incluye desde temas grabados en directo (o en pruebas de sonido) en 2007 y 2008 con geniales lecturas de "Los mareados" y "Jugar con fuego", a instrumentales sin fechar como "Jamming with myself vol. 1 y 2", con Andrés desarrollando su faceta más negra, jazzera y funk. O podemos recordar aquellos directos de 1999, en plena gira junto a Bob Dylan y escudado por Guille Martín y Candy Caramelo, en la interpretación magnética de "I Can´t help falling in love" (¡Sí, Elvis está vivo! Pero, por favor, fíjense en la interpretación vocal: si aquella noche Dylan lo estaba escuchando, igual se le cayeron las pelotas al suelo). O rememorar, de aquel mismo periodo del 98-99, cuando atacaba con frecuencia el "Una noche sin ti" de Burning, aquí en una sentida toma acústica, diferente a las eléctricas que tenemos archivadas en nuestras colecciones de piratas calamarianos.
Como recordando sus raíces en el rock argentino, Nada se pierde también nos permite disfrutar de "Bajan", tema de Luis Alberto Spinetta que Calamaro borda en esta versión cegadora de 1999, registrada al acabar las sesiones que darían lugar aHonestidad brutal; "Pato trabaja en una carnicería", de Moris –la única canción de las aquí incluidas editada anteriormente, en el single en edición limitada (¡450 copias!) "Loco"–; y, por último, "Mejor no hablar", tema de Sumo, el grupo que lideraba el fallecido Luca Prodam.
Andrés, incluso, nos invita a compartir un "Días distintos" grabado en Tablada 25 durante un ensayo, uno de esos momentos en los que los músicos construyen en la intimidad de cuatro paredes las canciones que llevarán al escenario. Por haber, hasta hay acidez sonora, para abrir y cerrar el disco: Primero él solo en Camboya ("Up in the morning"), y al final ("Slave driver", de Marley según la versión de Taj Mahal) con su banda en una prueba de sonido.
Vale la pena adentrarse con calma en Nada se pierde (Calamaro lo guarda todo, podríamos añadir), un regalazo inexcusable para los seguidores de Andrés. Una golosina para disfrutar tranquilamente, para saborearla y ampliar la mirada más íntima sobre un músico que siempre se ha negado a ser, exclusivamente, el cantante dorado que se escucha en la radio y los videoclips.
Así que si eres es de estos últimos, lo mejor es que no te molestes en descargarteNada se pierde, un disco que recoge ese espíritu maravillosamente libre y que incluye desde temas grabados en directo (o en pruebas de sonido) en 2007 y 2008 con geniales lecturas de "Los mareados" y "Jugar con fuego", a instrumentales sin fechar como "Jamming with myself vol. 1 y 2", con Andrés desarrollando su faceta más negra, jazzera y funk. O podemos recordar aquellos directos de 1999, en plena gira junto a Bob Dylan y escudado por Guille Martín y Candy Caramelo, en la interpretación magnética de "I Can´t help falling in love" (¡Sí, Elvis está vivo! Pero, por favor, fíjense en la interpretación vocal: si aquella noche Dylan lo estaba escuchando, igual se le cayeron las pelotas al suelo). O rememorar, de aquel mismo periodo del 98-99, cuando atacaba con frecuencia el "Una noche sin ti" de Burning, aquí en una sentida toma acústica, diferente a las eléctricas que tenemos archivadas en nuestras colecciones de piratas calamarianos.
Como recordando sus raíces en el rock argentino, Nada se pierde también nos permite disfrutar de "Bajan", tema de Luis Alberto Spinetta que Calamaro borda en esta versión cegadora de 1999, registrada al acabar las sesiones que darían lugar aHonestidad brutal; "Pato trabaja en una carnicería", de Moris –la única canción de las aquí incluidas editada anteriormente, en el single en edición limitada (¡450 copias!) "Loco"–; y, por último, "Mejor no hablar", tema de Sumo, el grupo que lideraba el fallecido Luca Prodam.
Andrés, incluso, nos invita a compartir un "Días distintos" grabado en Tablada 25 durante un ensayo, uno de esos momentos en los que los músicos construyen en la intimidad de cuatro paredes las canciones que llevarán al escenario. Por haber, hasta hay acidez sonora, para abrir y cerrar el disco: Primero él solo en Camboya ("Up in the morning"), y al final ("Slave driver", de Marley según la versión de Taj Mahal) con su banda en una prueba de sonido.
Vale la pena adentrarse con calma en Nada se pierde (Calamaro lo guarda todo, podríamos añadir), un regalazo inexcusable para los seguidores de Andrés. Una golosina para disfrutar tranquilamente, para saborearla y ampliar la mirada más íntima sobre un músico que siempre se ha negado a ser, exclusivamente, el cantante dorado que se escucha en la radio y los videoclips.
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